
BUFFALO KIDS.
Cuando nació mi hijo Nicolás, tuve la sensación ineludible de que mi vida cambiaría para siempre. Y así fue. La rutina diaria tanto mía como de toda la familia dio un giro radical. De repente, nos tuvimos que enfrentar a la realidad de un niño con parálisis cerebral severa que nunca hablaría, que apenas podría hacer movimientos voluntarios, y que tendría una salud frágil.
Pero eso no impidió que su hermana inventara formas de jugar con él de todo tipo, integrándolo en su día a día. Desde pintarle la cara y disfrazarle hasta tirar de sus manos con cuerdas para que hiciera ejercicio. Ella siempre ha sido su mayor estímulo. Él, por su parte, nos hablaba con sus ojos.
El vivir de primera mano esa nueva realidad, mientras veía a mis hijos jugando juntos me inspiró a idear el “universo Cuerdas”, en el que trataba la difícil historia de una niña que se acerca a un niño con parálisis cerebral sin ningún prejuicio. Algo tan alejado de lo que puede parecer una gran historia, se convirtió en un cuento de éxito y en un cortometraje que llegó a entrar en el libro Guinness como el más premiado de la historia.
Eso me hizo pensar en que este tipo de historias se pueden contar, y hay que contarlas. Historias inclusivas que superen prejuicios, y en las que, sin renunciar a las aventuras, la acción y el humor, nos inviten a la reflexión y nos hagan sentirnos mejores personas tras verlas. Todo esto pretendimos materializarlo en el largometraje “Buffalo Kids”.
Decidimos ambientar esta aventura en los pioneros años del lejano Oeste americano, una época en la que también había muchos prejuicios, un tiempo en el que se mezclaron muchas culturas en un momento único de la historia. Un tiempo en el que la naturaleza era un personaje más, protagonista de esa época.
También fue fundamental para decidir ambientar esta historia en la América del siglo XIX, el conocer la historia de los “trenes de los huérfanos”: niños que enviaban desde Nueva York al lejano oeste para que los adoptaran los pioneros y comenzaran una nueva vida.
Pero tan importante en una película es encontrar una historia que contar, como la gente que te acompaña en el camino de contarla.
Yo tuve la suerte de ir de la mano de grandes profesionales. Los mismos con los que he compartido proyectos durante los últimos veinte años y me han acompañado en mis alegrías y tristezas. Los mismos que estaban a mi lado el día en que mi hijo Nicolás nació. Los mismos que me consolaron el día de su fallecimiento, hace tres años.
Entre este grupo, por supuesto, se encuentra el codirector de esta película: Juan Jesús García Galocha (Galo), de quien intento aprender día a día.
Pedro Solís